Practicar arquitectura para completar la ciudad
Una búsqueda en Google de Caracas selecciona imágenes que muestran como protagonista el cerro Ávila, con una ciudad que casi por casualidad ocupa el valle en su falda. Las fotografías celebran el paisaje escénico que rodea a Caracas y reflejan con precisión el aspecto más icónico y apreciado de la ciudad para sus habitantes y el más anhelado y extrañado por quienes se han visto obligados a migrar en los últimos años. Lo que también es revelador de esta visión urbana compartida – una visión desde lejos – es su capacidad para desvincular a las personas de la ciudad que se toca y se vive. Caracas, vista a un metro sobre el suelo, es bien diferente. Podría ser descrita como una aglomeración de territorios fragmentados y divididos, con desconcertantes disparidades entre vecindarios. Las inversiones en el paisaje urbano, cobertura de árboles y servicios son muy diferentes entre los llamados vecindarios “formales” construidos para aquellos lo suficientemente acomodados para acceder a la propiedad que circula en el mercado formal y los barrios autoconstruidos que sirven a todos los demás. Las personas tienden a permanecer confinadas a los territorios que habitan, y la dinámica impuesta por una ciudad constantemente percibida desde sus límites y fronteras de “seguridad” es tan natural como comer y dormir todos los días.